lunes, 8 de diciembre de 2014

La confianza

Puigmadrona, La Mola al fondo
La confianza es la esperanza firme que se tiene de alguien o algo; la seguridad en uno mismo. Pero también la presunción y vana opinión de sí mismo (definiciones de la RAE). La confianza nos ayuda a enfrentarnos a las dificultades y superarlas, o por lo menos intentarlo. A no quedarnos atascados ante cualquier inconveniente y a emprender cualquier aprendizaje o actividad. La confianza que depositamos en los demás es positiva para su amor propio y para sentirse valorados. Pero la confianza tiene también un lado negativo, que nos lleva a reducir la atención y a pensar que ya tenemos todo el trabajo hecho cuando todavía nos queda un trecho para conseguirlo.

El día empezó regular. La noche antes había hecho todos los preparativos: hinchar las ruedas, engrasar la cadena, revisar los frenos, preparar el plátano, la barrita y el agua, poner las pilas al GPS para registrar la ruta e incluso, esta vez, llevar la cámara de fotos; el despertador preparado a las 7 en punto. Por la mañana miro la hora al despertarme, las 7:45. Ya no llego: olvidé presionar el botoncito para activar la alarma. Me levanto y me planteo qué hacer, un poco disgustado por perderme la salida de hoy con el resto del grupo. Durante el desayuno decido irme por Collserola hacia el Puig Madrona. Hace frío, 5º; pero el día es espectacular, brillante y muy despejado.


La ruta transcurre sin mayores problemas; después de las últimas lluvias el terreno está perfecto. En las zonas hombrías hay que ir con cuidado porque las rocas y las raíces están muy resbaladizas. Tomo una ruta que me llevará hacia la Creu d'Olorda, sigo hacia el Paiol, asciendo al Puig Madrona, desciendo hacia Valldoreix para dirigirme tras una subida y luego otra fuerte bajada hacia La Rierada; por la Siberia hasta la carretera para tomar la pista a Can Pascual, descenso por sendero y en Can Cuiás hacia Sant Just por la última trialera del día. Ya en la pista estoy pensando en la cervecita que me espera en casa, y en no sé cuantas cosas más... supongo. El caso es que en una tramo llano, en el que se va bastante rápido porque se sale de una bajada, con el suelo húmedo pero perfecto para rodar, con escasos baches... se me va la mano izquierda del manillar y salgo disparado por delante de la bici cayendo de espaldas y deslizándome, como un escarabajo panza arriba,sobre la pequeña mochila, con la bici detrás mío.

Sant Pere Mártir y la desembocadura del Llobregat
 Me quedo en el suelo unos segundos, medio aturdido por la caída y preguntándome qué ha pasado. Cuando me incorporo noto algunos golpes pero nada importante. Levanto la bici y miro si hay algún desperfecto, lo primero es lo primero. La rueda delantera no gira, está descentrada; la desmonto y veo que hay 4 radios rotos y el aro está completamente deformado, de tal manera que cuando la monto de nuevo toca con la suspensión, y claro, no gira. Nada que se pueda reparar en ese momento y por lo tanto hay que volver andando a casa, unos 4 kms. Unos larguísimos 4 kms. Tengo que llevar la bici levantada apoyada en la rueda de atrás, un largo "caballito"; a medida que voy andando los brazos empiezan a quejarse por el peso de la bici, que aunque ligera no es para llevarla así durante casi una hora; y empiezo a notar los golpes de la caída que van saliendo. Algunos ciclistas me preguntan si quiero una cámara, piensan que he pinchado. Otros pasan de largo y alguno comenta "mira, éste ha pinchado".

La rueda y sus radios partidos
Estaba ya cerca de casa, daba por finalizadas las dificultades de la ruta, iba ya pensando en la cerveza fría y en no sé cuantas cosas más... supongo. Y el punto de tensión y atención necesarios se había esfumado. El día después queda la incertidumbre por saber cómo quedará la rueda tras cambiar los radios; y los golpes repartidos por diversas zonas del cuerpo que poco a poco han ido apareciendo. La confianza... que mala que es a veces. Aún así ha salido un respetable duathlon: 41 kilómetros en bici, 4 andando y 1400 mts de desnivel.


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