domingo, 3 de mayo de 2015

Los Picapiedra


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Había hecho la promesa cuando era muy jovencito, sin pensarlo demasiado, con la inconsciencia de la adolescencia: el día que cumpliera los años que hoy cumplía cargaría con su bicicleta y recorrería el mundo en busca de aventura, emociones. Ya en esa época disfrutaba con su bicicleta de paseo por los caminos que encontraba. No existían ni mountain bikes ni ningún otro artilugio que se pareciera; las bicicletas era de carretera o de paseo, éstas últimas con ruedas grandes o bien plegables con ruedas pequeñas, las típicas behache. Por algún motivo que no lograba alcanzar aquella promesa había permanecido siempre rondando en su mente, y a medida que ese cumpleaños se acercaba sentía la necesidad de cumplirla. Así que, casi sin darse cuenta, se vio preparando el viaje.

Su recorrido le llevó por los 5 continentes en un largo periplo por el que pasó grandes momentos pero también muchas dificultades: frío, calor, sequías, lluvias, nieve, arena, rocas, guerras, hambrunas, desastres... De todo aprendió y todo le cambió. Disfrutó de sus nuevas amistades y también se dio cuenta de que no todo el mundo puede serlo. Hubo entre todas sus vivencias una que destacó y le llamó más la atención. No fue la más extrema de las vividas pero sí la más anecdótica.

Era un hermoso país, una península soleada con grandes llanuras, cadenas montañosas y 3 mares con diferentes personalidades. El país respiraba progreso y bienestar, con sus trenes de alta velocidad y sus autopistas algunas de ellas incluso gratuitas; excelentes carreteras nacionales y buenas comarcales. Los múltiples gobiernos en diferentes zonas distribuían la riqueza y los recursos de manera justa y la población era feliz y llenaba los bares y las playas. Rodando con su bicicleta por este país es como se dió cuenta que las señales de stop o ceda el paso eran raramente respetadas. Si un vehículo, del tamaño que fuera, se incorporaba a una autopista no respetaba la señal y se incorporaba aunque el coche que circuilara ya en ella no pudiera cambiar de carril por estar ocupado; lo mismo pasaba en rotondas y carreteras. En los stop los vehículos no se detenían del todo, y al salir del cruce parecía que ni siquiera intentaban acelerar para adaptarse a la velocidad del resto. Ni mencionar los pasos de peatones, a veces meros decorados en el negro asfalto.

Éste comportamiento le extrañó mucho. - Ni que tuvieran que empujarlos para volver a ponerlos en marcha... -. El número de vehículos que no se detenía era muy alto. Lo comentó con otros ciclistas, pero ninguno quería ni siquiera opinar sobre le tema. Cuando lo mencionaba con otras personas con las que coincidía tampoco obtenía respuesta, ni siquiera una triste opinión; todo el mundo miraba hacia otro lado. Pero un buen día decidió prestar más atención al fenómeno y fotografiar, para su álbum, esta curiosa práctica. Fue entonces cuando, mirando detenidamente las fotos mientras retocaba alguna, se dio cuenta de que la mayoría de vehículos, por no decir todos, mostraban una sombra sombra bajo la carrocería. Acercó los ojos, ceño fruncido, a la pantalla buscando el motivo de aquel detalls, y entonces se dio cuenta. ¡¡Eran pies!! ¡Pies en movimiento! Y coincidía con una disimulada expresión de esfuerzo en la cara de los conductores y acompañantes, cuando los habían, ya que también ellos llevaban los pies fuera. - ¿Pero esto que és? - se preguntó realmente extrañado por el descubrimiento. Daba igual que se tratara de un coche, un camión o un autobús, siempre asomaban los pies del conductor y pasajeros bajo la carrocería.

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Descapotable
Con semejante reportaje gráfico ya pocos podían mirar hacia otro lado cuando él quería sacar el tema a colación. Así que finalmente pudo realmente descubir el secreto del país en el que vivía. Debido a la última crisis que lo había asolado dejando a más de media población sin trabajo, a los dirigentes políticos que habían literalmente saqueado las arcas públicas y a los consejos de administración de los grandes bancos, la población se había quedado en la ruina. Para que los grandes organismos financieros europeos no tomaran al asalto el país privándolo de su soberanía, ni los inversores huyeran despavoridos ante la situación, en una gran operación publicitaria secreta los nuevos dirigentes del país decidieron dismular el estado caótico en el que se encontraba la nación. Sus habitantes siguieron al pie de la letra las indicaciones y mantuvieron un ficticio nivel de vida para que las diferentes troikas siguieran ofreciendo crédito, que a su vez el país tenía que devolver con intereses. Así las cosas, salir de esta situación era cada vez más difíl y se había convertido en un laberinto en el que ya nadie sabía como salir. Precisamente una de las ideas geniales que se habían desarrollado era la de los coches impulsados por las piernas de sus ocupantes, ya que escasamente el país podía adquierir petróleo; en apariencia eran idénticos a un coche normal, los mismos modelos, incluso emitían ruido, pero sus ocupantes estaban obligados a traccionar. La situación del país los sumía en la vergüenza, de ahí que quisieran ocultarlo. Y el miedo a perder su modo de vida les hacía obedecer las premisas del gobierno, el único con vehículos motorizados además de las fuerzas de seguridad y las estrellas del fútbol. En realidad era tanto el tiempo que llevaban así que ya habían perdido la noción, y ni siquiera sabían a ciencia cierta si estaba dando resultado la pantomima y el país progresaba; ya no sabían si era esa la realidad o bien seguían viviendo en una especia de obra de teatro en la que el público era el resto del mundo.

Camino de la frontera
Ante semejante panorama y temiendo acabar contagiado cogió su mochila, su bicicleta, se dirigió hacia la frontera y la atravesó... pedaleando.

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